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Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino.

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Los días lluviosos siempre se van a contar entre mis preferidos, aunque estén salpicados por las baldosas flojas de las diagonales y sea completamente imposible encontrar un taxi libre en esta ciudad enorme.  La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma, citando al majestuoso Luis Alberto.  La lluvia es Artaud y mates.  La lluvia es para pensar. Los días lluviosos se prestan para las más crudas y duras reflexiones. Para tomar la decisión de por fin hacer algo para cambiar eso que tanto molesta (la misma decisión que guardo al fondo de un cajón al otro día, cuando sale el sol).   La lluvia me hace valiente .  

Natural

Lo que más me cuesta siempre es arrancar. Como ahora, por ejemplo. Siempre tengo muy en claro lo que quiero decir. El problema es cómo, cuando y, fundamentalmente, me carcome pensar en sí de verdad se entiende lo que quiero transmitir. Después dejo de enrroscarme y me convenzo de que, en realidad, sinceramente me importa muy poco. Con esto no quiero decir que soy tan autentica como me gustaría. Justamente eso es en lo que estaba pensando hoy, cuando mi hermana me cebaba mil mates, en los sillones de mi infancia, en la casa de mi infancia. Hablábamos y no podía dejar de darle vueltas a eso.  Galeano dijo que estamos hechos de historias, y yo no puedo parar de estar de acuerdo con este señor. Otra cosa que no puedo hacer es ser imparcial con él, porque ya hace varios años que me dí cuenta que me había enamorado de un viejo zurdito y (gracias por esto) sin un pelo en la lengua.  Es justamente eso. Las historias de las que somos protagonistas a lo largo de nuestras vidas nos van cambia