Dato de color.
Es probable que a raíz de los acontecimientos recientes todo el mundo cuente las historia de la nena que quería ser princesa, casarse con un príncipe azul y comer perdices para siempre. No todas queríamos ser princesas. Yo quería ser bióloga marina. Doctora. Quizá desde chiquita sabía que los cuentos de hadas, por más lindos y perfectos que fueran, eran justamente eso, cuentos. Evidentemente también intuía que el príncipe azul destiñe, y que nada es para siempre. Que la felicidad es un momento, quizá muchos momentos, pero no siempre. También sabía que no iba a ser feliz en un sólo lugar, encerrada, censurada, reprimida. Y me encuentro, hoy, gratamente sorprendida. Porque no cambió nada. Soy la misma nena que en vez de usar vestidos largos y zapatitos con plumas, prefería cuidar a los animales y tomarle la fiebre miles de veces a su abuelo.