Quiero respuestas.

¿Por qué tamaña manada de giles no eran artistas pero todos vestían como si lo fueran?
¿Por qué hay señores que entran en competencia con el consenso general de una manera que solo marca lo miserables que son?
¿Dónde hay un lugar donde se combine buena atención y rock?
¿Acaso todo chico interesante es un problema? 
¿De qué modo puede uno ver realmente a quien debe ser visto, sin proyectar imágenes que no son?
¿En qué situación es conveniente robar un beso?
¿Cómo se llega a ser lo suficientemente calmo para que no parezca una actuación?
¿Por qué se juzga lo que no se conoce?
¿Desde cuándo esta mal decir lo que pensamos?
¿Es acaso tan importante caerle bien a todo el mundo?
¿Realmente me importa lo que piensen?
¿De verdad está todo tan mal?
¿Vale la pena no darse por vencido?
¿Por qué las cosas que de verdad son importantes son las que menos tengo en cuenta?
¿Por qué todavía me importa?

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Suele pasarme.
Nada que ver.
Adoré.

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Los días lluviosos siempre se van a contar entre mis preferidos, aunque estén salpicados por las baldosas flojas de las diagonales y sea completamente imposible encontrar un taxi libre en esta ciudad enorme.  La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma, citando al majestuoso Luis Alberto.  La lluvia es Artaud y mates.  La lluvia es para pensar. Los días lluviosos se prestan para las más crudas y duras reflexiones. Para tomar la decisión de por fin hacer algo para cambiar eso que tanto molesta (la misma decisión que guardo al fondo de un cajón al otro día, cuando sale el sol).   La lluvia me hace valiente .  
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