La imposibilidad de ponerle fin a los vínculos es algo que me violenta. A ver, se terminó, no nos hablamos más, no se recibe feedback, pero te siguen en twitter o FB o mail y obligan a la perpetuidad de los vínculos, de todo tipo y si hay algo que me hace bien, así como mantener amistades de mucho tiempo y a través del tiempo, así como conocer gente nueva y verse enriquecido, hay un espacio de salud en todo sentido reservado a saber cuando paso el tiempo, el vínculo se terminó y crecimos para otro lado. Me ahoga. Me violenta. Me fastidia. No quiero violentar, fastidiar, ni molestar. A crecer, a buscar a venturas nuevas, a no invadir ni exigir. A SER FELICES. cuando se termina se termina, eso es de lo más lindo también que tiene la vida. Porque los finales también tienen su encanto. Me lo dijeron muchas veces, lo digo muchas veces, lo seguiré diciendo . . . NADA MÁS VIOLENTO QUE LO ASFIXIANTE DE LOS VíNCULOS FORZADOS.
Los días lluviosos siempre se van a contar entre mis preferidos, aunque estén salpicados por las baldosas flojas de las diagonales y sea completamente imposible encontrar un taxi libre en esta ciudad enorme. La lluvia borra la maldad y lava todas las heridas de tu alma, citando al majestuoso Luis Alberto. La lluvia es Artaud y mates. La lluvia es para pensar. Los días lluviosos se prestan para las más crudas y duras reflexiones. Para tomar la decisión de por fin hacer algo para cambiar eso que tanto molesta (la misma decisión que guardo al fondo de un cajón al otro día, cuando sale el sol). La lluvia me hace valiente .
¿Podemos vivir sin que la vida tenga un sentido perdurable? , ¿podemos sólo pasar desapercibidos?, ¿cuál es el sentido de la vida? . Vivimos sumergidos en la rutina de todos los días y no nos damos cuenta que cada instante, cada segundo de nuestras vidas es único. La vida se trata de decisiones. Todo el tiempo nos vemos empujados a decidir desde lo más insignificante, hasta algo que podría cambiar nuestra vida para siempre. Creo que somos artífices de nuestro propio destino. Vamos paso a paso eligiendo que queremos hacer, que no, que nos gusta, que nos disgusta. Dentro de estás decisiones se mezclan lo que consideramos que es el bien y el mal, la ética de cada uno, los valores. Escuché una vez, que la ética es siempre lo que al otro le falta, hecho que resalta nuestra manía de siempre encontrar los errores en los demás, jamás buscar faltas en nuestras acciones. También nos preguntamos, ¿qué es hacer el bien?, ¿nosotros hacemos el bien?. Es entonces, cuando se suele llega...
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Suele pasarme.
Nada que ver.
Adoré.