¡Cuánta irónica sonrisa mereció esta deslumbrante verdad!
Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni
siquiera los profundos desencuentros, son obras de las casualidades, sino que
nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha
sorprendido cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos
cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro
destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a
las páginas de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los
buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.
Comentarios
Publicar un comentario
Suele pasarme.
Nada que ver.
Adoré.