Tengo la admirable (¿despreciable?) capacidad de borrar lo malo y recordar los momentos gratos. Así, aún después de escribir atrocidades acerca de él, puedo llamarlo por teléfono y hablar como si nada, con voz de enamorada y suspiros cariñosos. Sí, es lamentable.
Quizás hasta tenga memoria selectiva: archivo solamente los documentos, pensamientos, fotografías, escritos y demás, que me hagan recordar los buenos tiempos.
En alguna de mis peores épocas llegué a inventar conversaciones para no sentirme sola.
Mi imaginación siempre fue más fuerte que mi racionalidad cuando se trata del “amor” o lo que sea que esto es.
Pero es que yo no puedo
ser una de esas tipas que andan siempre
con el corazón en la mano.
A mi me cuesta ser cariñosa. SIEMPRE DOY MENOS DE LO QUE TENGO.
Mi estilo de querer es ese, un poco reticente, reservando el máximo sólo para las grandes ocasiones. Quizá haya una razón y es que tengo la manía de los matices, de las gradaciones.
De modo que si siempre estuviera expresando el máximo
¿qué dejaría para esos momentos,
(hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar al corazón en pleno? También siento un leve resquemor ante lo cursi,
y a mi lo cursi me parece justamente eso: Andar siempre con el corazón en la mano.
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Suele pasarme.
Nada que ver.
Adoré.